domingo, 29 de enero de 2012

EL APOYO A LA CULTURA,

que se note.

Como dijo hace nada Max (en la mesa redonda de Málaga), si no vas con cifras económicas en la mano (las cifras que mueve el cómic, cada vez más), el político medio no te hará ningún caso. A mí lo que realmente me flipa, lo diré de la manera más franca posible, es la INcultura de pensar que la cultura es algo secundario o que "no produce". LA CULTURA ES LA BASE DE TODO LO DEMÁS EN UNA SOCIEDAD, y si hay que repetir esto una y otra vez es que esa sociedad no va muy bien. No hay más que ver a los países del primer mundo, ese mundo en el que nosotros no estamos, para ver qué importancia le dan a su educación, a su investigación, a su producción (y exportación) cultural, científica y artística. Si la cultura no se considera algo básico, un bien esencial en una sociedad auténticamente CIVILIZADA, tal vez es porque lo que deseamos tener es una sociedad de borregos esclavos, con políticos/empresarios que trapichean desde el contubernio público-privado para pastorearnos mientras se lo llevan crudo y calentito y sueltan su palabrería vacua y cínica de charlatanes de feria. Por ejemplo, "todos los recortes son necesarios", es decir, aprovechemos "la crisis" para seguir desmontando el tinglado porque "el Estado del bienestar ha fracasado" y derivarlo hacia lo privado; no por casualidad algunos han hablado de cleptocracia. Cualquier parecido con la realidad no es simple coincidencia.

Cultura, ¿pa qué? Que inventen ellos. Qué viejo es ya el lema de Unamuno, y qué actual sigue siendo.

Volviendo a la exposición de "Tebeos" en Angoulême, si alguien se ha preguntado por qué lo de los cartones (muy apropiadamente), ya tiene algunas respuestas en el enlace de arriba (limitaciones de presupuesto, etc.). Una limosna para el mendigo a la puerta de la iglesia. "Madre, en la puerta hay un niño y gritando está de frío, ande dile que entre y así se calentará, porque en esta tierra ya no hay caridad ni nunca la ha habido ni nunca la habrá", un recuerdo al villancico del Plácido de Berlanga y la España eterna. Al fin y al cabo, la cultura de un país, cuando sale al extranjero, a un escaparate europeo de la relevancia del festival de Angoulême, no merece más.

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