lunes, 11 de mayo de 2009

EL 'MUNDO VIEJUNO' ES REALMENTE VIEJUNO.

"Entre los inicios modestos de muchas otras cosas, quizá sea pertinente situar también los primeros pasos del teatro, ya que así podremos ver lo sobrio y primordial que era un arte que, a día de hoy, ha acabado alcanzando semejantes niveles de libertinaje que a duras penas pueden tolerarse". Tito Livio (59 a. C. - 17d.C), HISTORIA DE ROMA.

Es decir, que hace dos mil años ya había quien se quejaba de la degeneración del arte respecto a anteriores generaciones o a la propia. Supongo que será cosa inevitable, una muestra más del efecto de "vivir en el mapa", como decía Kano. Por mucho que te abran nuevas vías, si en tu mapa sólo hay dibujados ciertos caminos, resulta difícil que te vayas a internar por uno nuevo. Sobre todo si no hay empeño, que es lo que me temo que pasa la mayor parte de las veces."
Óscar Palmer, en comentarios.


"La mayoría de los profesores universitarios están desvinculados de los movimientos literarios y artísticos de vanguardia. También parecen estarlo de la vida"
"Ni siquiera entre ellos [los jóvenes] hablan de cuestiones sociales, casi tampoco de cuestiones intelectuales"
"Pero ellos mismos no se sienten responsables de nada, porque no creen que se pueda hacer nada en este mundo. A los veinte años están convencidos de que pensar es una actitud baldía y la buena voluntad, poco práctica"
"Los dibujos animados me han decepcionado, se han hecho monótonos y repetitivos"
"(...) comprando libros de títulos prometedores: El Secreto de la felicidad, La Felicidad en cinco lecciones, etc."


Citas de Simone de Beauvoir en los años 40-50. Y mil más como estas, comentando que ahora el cine de Hollywood solo hace basura comercial, que los jóvenes de ahora, que el arte de ahora, la educación, la política, etc, etc. Diciendo exactamente las mismas cosas que se dicen aquí como si fueran nuevas (...) ¿Hay o no hay miopía generacional? Miopía por no decir que miramos el mundo con una absoluta falta de perspectiva.

Óscar, sí, en textos de los romanos y los griegos también se decían las mismas cosas sobre la crisis de valores, educación, etc, aunque esas citas ahora no las tengo a mano también dicen lo mismo".
Kano, en comentarios

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ACTUALIZACIÓN 16:43

MUNDO VIEJUNO EN NUESTRA ENSEÑANZA, HOY, AQUÍ, AHORA

"¿Incultos los jóvenes?¿Inculta la sociedad de nuestro tiempo? Una institución docente que sólo estima verdaderamente a quien lee, y desprecia a quien ve la tele o se entretiene con los videojuegos no puede pervivir en esta época. Igualmente, esa enseñanza pública que pone los ojos en blanco ante los libros (sin contar que el 40 por ciento de los maestros españoles no visitan jamás la biblioteca) y no sabe explicar la publicidad, que repite nombres de personalidades de hace una eternidad y no acierta a referirse a los que lideran nuestras vidas, una institución, en fin, que se vanagloria de textos donde aparecen los nombres egregios de centurias atrás y es ciega a la mitología de nuestra época, no sirve. Sencillamente debería cerrar. Habría cerrado ya si fuera una empresa y, de hecho, su único poder deriva, como en los tiempos del mandarinato, del monopolio en la dispensación de títulos casi gratuitos."
Vicente Verdú, YO Y TÚ, OBJETOS DE LUJO. La cita acaba de dejarla en comentarios de este mismo post Intramuros(gracias)

4 comentarios:

David Intramuros dijo...

Hace tiempo puse una cita en mi blog que creo que viene bastante al caso:

"¿Incultos los jóvenes?¿Inculta la sociedad de nuestro tiempo? Una institución docente que sólo estima verdaderamente a quien lee, y desprecia a quien ve la tele o se entretiene con los videojuegos no puede pervivir en esta época. Igualmente, esa enseñanza pública que pone los ojos en blanco ante los libros (sin contar que el 40 por ciento de los maestros españoles no visitan jamás la biblioteca) y no sabe explicar la publicidad, que repite nombres de personalidades de hace una eternidad y no acierta a referirse a los que lideran nuestras vidas, una institución, en fin, que se vanagloria de textos donde aparecen los nombres egregios de centurias atrás y es ciega a la mitología de nuestra época, no sirve. Sencillamente debería cerrar. Habría cerrado ya si fuera una empresa y, de hecho, su único poder deriva, como en los tiempos del mandarinato, del monopolio en la dispensación de títulos casi gratuitos."

Vicente Verdú en "Yo y tu, objetos de lujo"

santibilbo dijo...

Hombre,a mi no me gusta nada el derrotismo cultural, ni las falsas nostalgias.Me descojono cada vez que alguien habla de crisis de civilización y muerte de la cultura.Por mi formación he sido testigo de diversos paradigmas culturales, de sus miopías o rechazos, de sus recuperaciones del pasado, o del puro desbarre original.
No obstante nos enfrentamos a las creaciones culturales y al arte en particular, a través de un sutil crisol de tradición concreta e historiable, discursos intelectuales construidos, ethos sociologico coetaneo,fatiga de lo demasiado visto( vease el fenómeno manierista de cualquier movimiento estético) y desarrollo del gusto propio( que lleva aparejado esa paralisis neuronal de la que hablaba Kano en su memorable post).
Yo, como hijo de mi tiempo y por mi formación tengo difuminadas las fronteras entre alta y baja cultura.He deconstruido el ideal humanista, desde su genealogía hasta sus logros liberadores, pasando por sus utopías, falacias y descaradas aspiraciones de estatus( propias de una sociedad donde la información domina el flujo social).
Tampoco cometo el error de comparar nuestra " excelsa educación con la de los jóvenes iletrados de la Logse.Igual salen ganado ellos en inteligencia y utillaje( por lo menos follan más que nosotros, o que yo).
Ahora bien, todos hablamos con un lenguaje y criterios relativamente comunes, ya sea el hegemónico, el aprendido, el de afinidades electivas o el de tocar los cojones.Y clasificamos y valoramos en función de esos criterios.E historiamos y decodificamos y aprendemos algo de los muertos.A mí hay pocos movimientos atísticos a lo largo de la historia que me dejen frío, nunca hago arqueología cultural, yo pongo la oreja.y juzgo.Y armado con ese juicio que intento sea lo más universal posible( lo que tal vez sea un oximoron) y que bebe de las tradiciones pasadas, aunque sólo sea como testigo de lo que gustó, influyó y construyó despues me dedico a historiar.Con mis criterios de adecuación entre forma y fondo( Forma pregnante, expresiva,emotiva,gnostica, comunicadora y codificadora, Fondo hondo, definidor de lo inacabadamente humano, concreto y personal pero de resabio colectivo) PUEDO DECIR QUE EL RENACIMIENTO ITALIANO ES MÁS RICO QUE EL INGLÉS, que el cine de masas americano estaba herido de muerte con la irrupción del nuevo Hollywood, que el teatro español del XVIII es una mera repetición epigonal de la dramaturgia aurea y que de vez en cuando florecía alguna flor.En muchos aspectos estamos en un periodo epigonal, lleno de referencias, imitaciones, codificaciones, cansancio, callejones sin salida, autoconsciencia y libertad absoluta.Pero tranquilos, pronto cambiará la definición de lo humano, su sustrato material, su tecnología y su construcción social.Y volverá otro período aureo que hará las delicias del estamento cultural, tan consustancial a la naturaleza social del hobre simbólico( como muestra Verdú en sus chorradillas habituales)

Pepo Pérez dijo...

A mí tampoco me gusta mucho el estilo de Verdú, ni me convence siempre lo que dice. Pero en la cita que ha copiado Intramuros creo que tiene toda la razón.

(aparte de todo, vaya comentario te has marcado, Santi, gracias)

Buenos dias con Poesía dijo...

Verdú no es visto con buenos ojos por los escritores españoles precisamente por éste comentario que desarrolló en un artículo de El Pais que ha dado mucho que hablar.

Reglas para la superviviencia de la novela
VICENTE VERDÚ 17/11/2007

La nueva narración debe sustentarse en la ironía y en la escritura del yo, contar con la multiplicada sensibilidad del lector y atenerse a diez objetivos.

Que los últimos cinco premios Herralde de novela hayan recaído sin cesar sobre escritores latinoamericanos no debe considerarse un simple azar. La novela que todavía se premia responde al molde tradicional y este producto no se cultiva con la debida dignidad sino en la periferia del sistema. Sucede de la misma manera que con las películas de autor, que, si antes procedían de Italia, Francia o Alemania, ahora brotan en Irán, Irak, China, India, Argentina o Senegal, puesto que el cine de autor como la novela de argumento son productos que caducaron en territorios de la Metrópoli mucho antes de iniciarse el siglo XXI.

Muchos suponen que están leyendo literatura cuando, en realidad, prestan su atención a enmascarados guiones de cine, borradores de telefilmes o largos bocadillos de cómic.

Paralelamente, así como en la pintura es inconcebible producir sin tener presente la fotografía, la televisión, los videojuegos, el avión, los grafitis o cualquier pantalla, en la narración es torpe seguir como si no existiera publicidad, correo electrónico, chats, cine, YouTube, MySpace o la blogosfera. Quienes en los países donde se han desarrollado las nuevas formas de comunicación continúan redactando novelas a la antigua usanza atienden sólo a los lectores vetustos, incomunicados o burdos. Y también a los que aprecian los libros en cuanto les parecen películas o telefilmes impresos y en donde la escritura cumple la simple función de entretener durante el trayecto en avión o metro.

Nada que ver, pues, con el carácter propio y especial de la escritura literaria, en donde la nueva narración debería caracterizarse por estos diez componentes, al menos:

1. La novela actual -o como quiera llamarse- deberá mostrarse enérgicamente resistente al intento de trasladarla al cine, al telefilme o a la vida el videojuego: la literatura hoy más que nunca debería alzarse como intransferible porque las historias novelescas al aroma del siglo XIX han sido ya usadas con diferentes métodos de explotación y lo fueron, precisamente, porque no existían entonces los guionistas a granel que actualmente redactan para crear productos audiovisuales. El destino de aquellas novelas fue atender precisamente a una demanda general sin capacidad para vivir otras vidas adicionales que no fueran las servidas por la fantasía de los libros.

2. La fantasía, la intriga -y tanto más cuanto más enrevesada resulta- debe considerase un recurso estereotipado e indicio, a la vez, de no aspirar a mucho más que un sudoku. Cualquier obra literaria actual debe insistir más que nunca en la categoría de su escritura. Es decir, en su habilidad para hacerse indispensable como medio de conocimiento y comunicación peculiar, insustituible en la iluminación y la clase de disfrute que procura. El gusto de la lectura se obtendrá no del artificio argumental, el suspense policiaco, los agentes especiales, los cofres por descerrajar o los misterios divinos, sino de la intensa degustación del texto, sin necesidad de conspiraciones ni extrañas travesías. Los intríngulis de esta literatura son más intríngulis que literatura. Vale para lo que vale y ni una distinción más.

3. No habrá de valerse la obra de ninguna estructura prefabricada mediante la cual el lector será conducido entre añagazas del oficio hasta la apoteosis final, tan propia de las antiguas revistas y la vulgaridad en las prestaciones. La narración literaria consciente de sí no aspirará a apoteosis final alguna tal como el destino tampoco existe en el proyecto vital de ahora, mientras la metafísica se disipa.

Lo que sucede día a día tiene hoy la forma del accidente y el carácter de la inmanencia, posee la belleza de lo instantáneo y la inteligencia de la negligencia. Ha terminado el proceso, la idea de la historia y de su trascendencia. Lo que cuenta es la belleza de la inmediatez, el texto convertido en un gozoso bocado de por sí.

4. La fragmentación de las historias, con sus anotaciones e intervalos mentales, tiende a copiar del blog y de la comunicación fragmentada omnipresente. Una novela contemporánea que no haya asumido esta clase de comunicación se ahogará en su jactancia. La ignorancia del blog y de los mensajes cortos, del discurso corto y cambiante, puede llevar, excepcionalmente, a una obra apreciable pero se tratará de esa clase de valor que encuentran las alhajas y los cuadros escondidos en el polvo de los museos. Una obra viva debe tener en su alma la actuación de su presente porque de otro modo contribuirá a hacer de la literatura la estampa de una dedicación embalsamada. ¿La muerte de la literatura? Sin duda diversos novelistas de hoy perviven gracias al culto funerario del género y al amparo de lectores melancólicos que transpiran alcanfor.

5. El desarrollo pues del libro no obedecerá a un hegemónico hilo argumental sino a una red de experiencias que hiladas, entrecruzadas o en racimo planteen un tutti frutti para el multipolar lector de hoy. Las obras con hilo -o cable- que se lanza pero que se enreda, que da a entender esto pero resulta ser lo otro, que juega, en fin, con el lector, denota no poseer otra cosa mejor de la que vivir y comercia con artículos de feria. Obras de escritores que imitan arrobados a aquellos otros que se ganaban la vida gracias a que sus clientes los leían o los escuchaban leer a la luz de las velas y, en general, no habían salido de la provincia.

6. La novela eminentemente nueva no deberá, desde luego, agarrarte por el cuello y llevarte así, del pescuezo, hasta su final, entre meandros y malabares. Contrariamente a estos modos circenses, la buena novela del XXI considerará la multiplicada sensibilidad del receptor mediático y la interacción. Estimará la belleza eficiente de la forma, la seducción estética y no el uso instrumental o perruno del lenguaje. Es decir, la lectura no será una ansiedad que, entre jadeos y vigilias, buscará cuanto antes la revelación de la última página sino que paladeará cada párrafo a la manera de la slow food.

Lo propio de la literatura excelente será, hoy más que nunca, la belleza y perspicacia de la escritura. Para contar una historia hay ahora abundantes medios, desde el telefilme al vídeo, más eficaces, más plásticos y vistosos. La escritura, sin embargo, es insustituible en cuanto agudiza su ser, emplea las palabras exactas y no la palabra como un andén para llevar la obra a otra versión.

Los novelistas que escriben con la ambición de ser llevados al cine delatan su menosprecio por la escritura. O su incompetencia. Mejor harían con emplearse de cuentacuentos o copys.

7. El cine, la televisión, la realidad virtual pueden presentar escenarios y vicisitudes con mayor riqueza exterior pero la peripecia interior es el juego especial de la escritura y su máxima legitimación. Si la novela, el cuento, el ensayo, el libro, en fin, se justifica todavía sólo alcanza su indiscutible mérito en esta dirección. La dirección propicia para explorar en el interior de uno mismo o del otro hasta la extenuación.

8. ¿Ficción? Si la obra literaria, las fórmulas matemáticas, las piezas musicales son siempre y en todo caso autobiográficas, entonces ¿para qué fingir? Si, como se reconoce, la realidad supera siempre a la ficción, entonces ¿para qué fantasear? El autor habla mucho mejor de lo que conoce personalmente y peor de lo que maquina deliberadamente. La ficción, en fin, pertenece a los tiempos anteriores al capitalismo de ficción. Si la literatura aspira a conocer algo más sobre el mundo y sus enfermos su elección es la directa, precisa y temeraria escritura del yo.

La transmisión de lo personal da sentido, carácter y contenido a la comunicación. No hay comunicación sin comunión, no hay comunión sin comunidad, no hay comunidad sin sinceridad, no hay sinceridad sin volcar lo personal.

9. La voz, en consecuencia, será la de la primera persona del singular. Trato directo entre el autor y el lector, entre las aventuras, las pasiones o los dolores que se comparten en la secuencia del texto.

El estilo en tercera persona es hoy el colmo de la falacia, la hipocresía, la cursilería, el amaneramiento o la vana pretensión de saberlo todo por parte del narrador a la manera insufrible de la voz en off en los años cincuenta del cine. No hay verosimilitud en esa voz que ahora se recibe como el cénit de la impostación, el reverso de la verosimilitud y la frescura. El autor/creador, que se endiosa atribuyendo a sus personajes el don de criaturas que adquieren vida propia, se despeña en su misma metáfora de acartonado Frankenstein.

10. Mejor haría en jugar y reírse de sí mismo porque ahora, toda obra de aire severo, sin humor, carece de un lugar soleado en el mundo de la comunicación. Podría decirse, incluso, que ninguna obra sin humor forma parte de la producción intelectual inteligente puesto que ningún genio en la historia de la humanidad prosperó sin la ironía sobre sí mismo. Los novelistas más serios son a la vez los más tediosos y, como corolario, los peores.

Sin ironía no hay contemporaneidad, sin ironía no existe visión de la iridiscencia del mundo y su variable composición.

Frente a estos diez virtuosos componentes se cometen los correspondientes pecados capitales. La novela -o como quiera que se llame- sin insustituible escritura, sólo con tema, se suicida actualmente por falta de destino. Muchos leen y suponen que están leyendo literatura o incluso un libro cuando, en realidad, prestan su atención a enmascarados guiones de cine, borradores de telefilmes o largos bocadillos de cómic. También, claro está, leen como algo contemporáneo a los sucedáneos del siglo XIX, sin cuestionarse su momificación, bien porque amen la palidez del vintage, abracen el olor a polvo, o bien porque no posean sentido del gusto en general.

El lector, como el consumidor, hoy más que nunca, se encuentra en condiciones de elegir entre una oferta muy personalizada, surtida y extensa. De su elección depende dar vida a los novelistas que escriben como estafermos o no.

La novela puede ser de este modo tanto un asunto de guardarropía, un legado apreciable como fruto histórico, o una literatura donde el autor, todavía vivo y despierto, se desafía para conocerse, conocer y comunicar. Todo ello sin la obispal solemnidad de los novelistas a la violeta que siguen autoestimándose como demiurgos y atribuyen a la literatura una supuesta misión de libertad, de salvación universal y de formidables tontadas por el estilo.

El novelista, como el pintor o el diseñador, como el compositor o el arquitecto, son trabajadores que, como todos los demás, tratan genéricamente de mejorar la vida. Nada de diferencias entre el productor y el creador, el trabajador y el artista. Unos y otros con sus condiciones y habilidades tratan de colocar su mercancía y se interesan por el placer que provocan en el receptor. ¿Gozos divinos? ¿Placeres indecibles? Zarandajas: el placer sólo reconoce la verdad o el sucedáneo, la ficción del placer, sólo distingue entre buenos y malos amantes. Brillantes y opacos escritores, como lúcidos y lelos ebanistas, lozanos y mustios cantautores, actrices o masajistas. -